divendres, 4 de novembre del 2011





Érase una vez un país de ilusiones, de magia, de sueños y de cuentos. Un lugar donde el viento cabalga por las colinas verdes, arrastrando consigo risas y el aroma de despertar a tu lado. Un lugar donde la hierba es mullida y suave, y te invita a tumbarte a mirar pasar las nubes, y a saludarlas e inventar en su silueta las formas mas increíbles.

Si te acercas al riachuelo, bancos de peces de innumerables colores bailan al son de la música de las náyades, y en la orilla, al atardecer, los unicornios aparecen para beber y refrescarse, para después desaparecer en un suspiro, dejando tras de si el arco iris.

Por el bosque, paseamos, buscando sitios escondidos donde darnos un beso, ocultos de la vista de los caprichosos duendes, los cuales, si te descuidas, te roban los caramelos que llevas en los bolsillos. Y en la profundidad del bosque, recuerdo haber estado durante horas, a tu lado, escuchando los cuentos que el árbol anciano, ese que tiene mas de mil años, nos contaba en las noches de luna llena.

De camino a la ciudad, a mano derecha, al final de un agreste caminito, entre unos huertos de calabazas, vive un fabricante de cajitas de música. ¿Te acuerdas que compramos hace tiempo, la de la bailarina dentro? Hace tiempo que no le damos cuerda.... Y un poco más allá, hay un huerto de fresas, rojas, dulces, jugosas. Me encanta cuando te doy una y sonríes. Y luego me besas.

Siguiendo la línea de la costa, hay una cala escondida, tapizada de corales de vivos colores, desde la cual se ve, a lo lejos, el puerto, donde inmensos barcos corsarios dirigidos por bravos y valerosos capitanes, fondean para traer noticias y mercancías de mas allá del horizonte. Y si nos lanzamos al agua, y los peces danzan, pues jamás han visto sirena tan hermosa. Hasta que te saco del agua en brazos y riendo, y nos tumbamos a la sombra de las palmeras, esperando a ver al sol despedirse en un silencioso atardecer.

Creamos este lugar para los dos, para vivir en él, para perdernos en sus secretos y reencontrarnos en las esquinas del laberinto cubierto por la hiedra, disfrutando con cada paso, con cada respiración, sintiendo el roce del viento en las mejillas, mientras contemplamos las estrellas. Mirar al frente, y sentir que el mundo está a nuestros pies, que no hay nada que escape a nuestro alcance.

Yo, contigo. Tú, conmigo.

Te quiero. (felices 273 días ^_^)


Soñador.




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