divendres, 19 de novembre del 2010



Vengo de un lugar donde las brújulas no sirven de nada, donde perderse es la regla. Vengo de un lugar de brisas cálidas y de atardeceres eternos, donde el tiempo es infinito y los recuerdos se llevan cautivos en pequeños frasquitos de colores.

Allí, las estrellas se mueven a su antojo para extraviar a los viajeros, que presos del engaño se adentran en oscuros bosques donde viven princesas en altas torres de marfil. Por los desiertos, navíos corsarios de blancas velas surcan las dunas acompañados de extrañas aves, descubriendo maravillas y arribando, de tanto en tanto, a majestuosas ciudades cuyos muros, azotados por la arena, están hechos del alabastro más puro. Y en el cielo, colosales dragones, montados por valientes guerreros, combaten por demostrar cual es mas diestro en el arte de la guerra.

De donde vengo, la risa se convierte en poesía, y las lágrimas perlan de rocío los pétalos de los almendros en flor, deleitando la vista de aquellos que pasean por su lado. Los niños hacen volar cometas adornadas con cintas de mil colores en un cielo azul celeste, y al caer la noche, las luciérnagas alumbran el camino de dos amantes que se dan cita, para ver la luna ascender en el horizonte.

A veces, si tienes suerte, encuentras el camino que lleva a las densas selvas donde los árboles dan extrañas frutas de las que salen las voces de las dríades, entonando hermosas baladas, y si sigues la corriente de los ríos, el hogar de las danzarinas ninfas te estará esperando, con fuentes de agua cristalina y castillos de ébano pulido.

Vengo de un lugar donde los sueños se cumplen, donde puedes volar con solo imaginarlo. Vengo de un lugar donde las brújulas no sirven de nada, donde perderse es la regla.

Dime, ¿quieres perderte conmigo?


Soñador

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